Lo primero y más valioso que nos ofrece la astrología es aprender a aceptarnos a nosotros mismos.
La Astrología
La astrología es una disciplina simbólica, con lo cual es más cercana al lenguaje poético que al lenguaje científico. Está hermanada a otros conocimientos gnósticos como la alquimia y la kabala y por lo tanto a las disciplinas que atienden a la “leyes” de la imaginación humana, de los arquetipos universales expresados en las mitologías, las religiones o la psicología arquetipal contemporánea cuyo gran padre fue el Dr. Carl Gustav Jung.
La astrología en toda su dimensión y profundidad nace de los grandes sabios babilónicos, por lo tanto la gran premisa desde la cual podemos comprender la astrología es desde el concepto y sobretodo desde la experiencia del Ánima Mundi, o sea de un mundo dotado de alma, de un mundo animado, donde las estrellas y la tierra son seres vivos que participan de la misma vida que el ser humano. Que participan no quiere decir que nos influyan, sino que habitan en nuestro interior, en nuestra alma, en la misma medida en que habitan en el alma del mundo.
De ahí que la astrología no habla de causas y efectos de los planetas sobre nosotros, lo cual sería tan absurdo como decir que nosotros causamos cosas a los planetas, sino que nos habla de un universo sincrónico, un universo unitario y no segmentado, donde todo está interrelacionado; nos habla de sincronicidad.
De ahí surge la segunda premisa tal y como la explicitó Heráclito: “tal como es arriba es abajo, tal y como es dentro es fuera, tal como es en el macrocosmos es en el microcosmos y viceversa”. La idea de ciclo es fundamental en astrología ya que esta disciplina
contiene el conocimiento de que los ciclos en la tierra y por lo tanto en el devenir de los seres humanos, es en pequeño el reflejo de los ciclos celestes.
La alternancia entre día y noche corresponde a la rotación de la tierra sobre si misma, el ciclo de las estaciones corresponde a la rotación de la tierra alrededor del sol, etc.
Al igual que hablamos de las cuatro fases del día (alba, medio día, ocaso y media noche), hablamos de las cuatro fases de la vida (infancia, juventud, madurez y vejez) y en el lenguaje popular todos sabemos a que etapa de la vida nos referimos cuando hablamos del ocaso de la vida o de la crisis de la mediana edad. Pues bien la astrología principalmente es el estudio de los ciclos en el cielo como portadores de sabiduría en el significado de los ciclos en la tierra y en el devenir humano.
Beneficios
La pregunta es ¿Quién en nosotros habla de beneficios?
Uno que juzga según un sistema de valores, que separa la existencia entre hechos y circunstancias benéficos y maléficos. La astrología no habla de un sistema de valores, no habla de cartas astrales buenas o malas, o lo que es lo mismo, no habla de instantes buenos o malos en la existencia de un ser vivo llamado Tierra y de los cuales cada uno de nosotros somos hijos. Tampoco nos habla de circunstancias que nos benefician y por lo tanto tampoco de otras que nos perjudican.
El ego es el que habla de beneficios, pero el astrólogo, como hemos visto, no le habla al ego. La herramienta del astrólogo es el símbolo y el ego no entiende de símbolos, entiende de lógica, razones, causas y efectos. Entonces ¿Quién en nosotros entiende de símbolos?
El alma, la cual transforma los hechos de la vida en experiencias. Cada uno de nosotros no nos vivimos como una cosa, como un hecho, como la literalidad de un cuerpo tangible, sino como sujetos que sentimos, que expresamos, que padecemos, como sujetos que experimentamos la existencia anímicamente (ánima-alma).
La astrología no pretende beneficios para el ego, de hecho sabemos que momentos en nuestra vida que hemos catalogado como buenos, una vez pasado el tiempo hemos descubierto que quizás no fueran tan buenos, y a la inversa, momentos en nuestra vida que el ego los ha catalogado como crisis o como perjudiciales, con el paso del tiempo y sobretodo con la “Gracia de Dios”, se nos ha posibilitado descubrir lo que han sido grandes “beneficios” para el alma.
La tarea de la astrología es orientar al ego hacia lo que son “beneficios” para el alma. Cada tema natal (popularmente carta astral) es como el mapa de la semilla de un manzano único e irrepetible. El primer propósito de la astrología es liberar a la persona del estresante esfuerzo de querer dar peras como frutos al mundo o del igualmente estresante esfuerzo de pensar que no tenemos frutos para dar, que no tenemos un propósito creativo para el cual vivir.
Lo primero y más valioso que nos ofrece la astrología es aprender a aceptarnos a nosotros mismos, condición sinequanum para vivir una vida con significado, lo cual es lo mismo que sentirnos pertenecer a un Cosmos vivo y con significado.
Indicaciones
Es ya todo un milagro lo que llamamos la existencia, pero lo realmente increíble es que hay algo (o alguien) en nosotros que se da cuenta de esta existencia, lo asombroso en el ser humano es que se nos posibilita un segundo milagro; la conciencia de ser y de ahí la gran pregunta;
¿Qué sentido tiene que sea consciente de mi existencia?
Los minerales, las plantas, los animales se limitan a ser (lo cual ya es mucho) y por lo tanto son fieles a su esencia; si un árbol llega a crecer 10 metros, no ha crecido ni más ni menos que lo que potencialmente estaba en su semilla, dicho de otra manera; no ha especulado con su vida.
Ante esta evidencia no nos podemos limitar a vivir, el propósito de nuestras vidas es dotarla de significado, ser buscadores del significado de nuestra existencia, de los hechos y acontecimientos de nuestra existencia con respecto a la Vida o el Universo.
Solo en el ser humano puede haber una contradicción entre lo que somos y lo que creemos que somos, y en el transcurso de nuestras vidas lo que llamamos síntomas (en el plano físico, psíquico, o en la relación con el entorno), son los encargados de posibilitarnos ver cual es nuestra auténtica esencia.
Los síntomas y las crisis, nos limitan y restringen y ofrecen resistencia a la voluntad egoica para que esta sea una servidora de nuestra auténtica naturaleza.
Si lo expresamos metafóricamente, es como si un manzano influido por los valores culturales, sociales o familiares se estuviera imaginando que sus frutos son peras y no manzanas. Cuando del extremo de sus ramas descubre que sus frutos son manzanas se siente frustrado, furioso, deprimido y sobretodo limitado en su voluntad.
Evidentemente de semejante tragedia se encuentra liberado el manzano, pero no el ser humano.
Este es el sino del ser humano respecto a los demás seres vivos que comparten la existencia en este ser llamado Tierra, a decir; actualizar el potencial de nuestra singularidad, conectar con nuestro propósito creativo, con nuestro padre celestial que habla a través de corazón diciéndonos “has nacido para esto…! dignifica tu condición humana orientando tu vida hacia su propósito último, ten el valor de empujar este proceso siendo conciente de él”.
La astrología nos permite intuir el significado de lo que llamamos crisis o fatalidad, porqué orienta (el sol sale por oriente) los hechos de nuestra vida a un significado o propósito para el alma. Por todo ello ningún cliente de un astrólogo tiene porqué creerse lo que le pueda decir un astrólogo, sino que ha de resonar, vibrar con lo que uno en el fondo de su ser sabe; hay alguien en cada uno de nosotros que sabe mucho más de nosotros que nuestro ego y a ese maestro interior es ha quien ha de hablar el astrólogo.
Este es el sentido de lo que está grabado a la entrada del templo del Sol (de Apolo) en Delfos: “Conócete a ti mismo”. Y más adelante solo visible con quien había cumplido con la primera inscripción, podía leerse “…y conocerás a Dios”. Es Evidente que el ego ya cree que se conoce a sí mismo: “soy alto, peso 80 kilos, me gusta esto y me disgusta lo otro, etc”.
Esa inscripción no tiene ningún sentido para el ego ¿a que se referirá ese “conócete a ti mismo”? Hacia ese interrogante se orienta y orienta la astrología y por lo tanto a el se debe el astrólogo; no a predecir hechos, sino apuntar a sus significados. Despertar una posibilidad que es inherente al ser humano y que no tiene el manzano, esto es, no limitarnos a vivir los hechos de nuestra vida, lo cual tampoco podemos evitar, sino a vivirlos como portadores de un significado.