La auténtica belleza empieza siempre aceptándonos a nosotros mismos.
La belleza atrae y fascina. Nos gustan los rostros armónicos, los cuerpos bien proporcionados y las sonrisas que desprenden una inexplicable seducción.
El atractivo físico siempre tendrá poder y eso es algo que nadie puede negar. Ahora bien, la hermosura sin carisma se queda hueca, vacía y es frívola, porque en realidad, lo que de verdad conquista es la actitud de una persona hacia la vida.
La auténtica belleza empieza siempre aceptándonos a nosotros mismos de forma íntegra, de forma plena. La autenticidad es lo que nos confiere un verdadero poder de seducción, porque actuamos con seguridad y solvencia, porque nada nos sobra y nada nos falta.
Vivimos en una sociedad donde todo tiene un uso limitado y donde el consumismo, nos hace vivir más deprisa de lo que deberíamos.
Zygmunt Bauman define a esta modernidad como una sociedad líquida basada en la fragilidad de las relaciones humanas.
Todo fluye muy deprisa y se nos escapa de las manos porque no nos esforzamos en contenerlo. Se valora lo bello y lo nuevo como reflejo del consumismo más puro. Es algo etéreo que se adora, y que más tarde se deshecha.
De ese modo, toda persona obsesionada con este tipo de relaciones interpersonales basadas solo en la apariencia y en la necesidad de contar con un aspecto físico impecable, está condenada a una especie de “obsolescencia programada”.
Su vida útil será breve, lo que le dure la juventud. No obstante, el verdadero problema está en ese vacío interior donde se intuye una baja autoestima y una dependencia absoluta hacia las opiniones externas.
Hacia esas relaciones líquidas que no perduran, y que solo buscan el beneficio momentáneo. La belleza, debe ser pues algo más que un envoltorio físico. Debe ser una actitud ante la vida.
La belleza de las personas auténticas
Hay personas que encierran un secreto inexplicable. Tal vez sea el tono de su voz, sereno y amable, como quien no tiene prisa por nada. O quizá sus miradas, atentas y sabias, capaces de leer gestos e intuir pensamientos.
Hay quien dispone de un atractivo tan sutil y poderoso que no sabemos muy bien qué lo alimenta. Sus rostros pueden ser desiguales, sus cuerpos poco atléticos… Sin embargo, la atracción que desprenden es indudable.
¿A qué se debe? En ocasiones el auténtico atractivo reside en esa personalidad que ha sabido formarse a sí misma, que ha resuelto sus inseguridades, que ha cubierto sus carencias y que a su vez, dispone de un conocimiento interior donde no hay titubeos, donde no hay dudas.
Solo aplomo, y una calma envolvente que atrapa y encandila. Son personas auténticas, ahí es donde reside la auténtica belleza.